miércoles, 28 de agosto de 2013

Cuatro días por Oporto

18 de Agosto del 2013


En nuestras primeras vacaciones por Portugal en septiembre del 2011, el "Tomtom" nuestro pequeño dictador de destinos, nos llevó directamente a circunvalar Oporto y dejarlo atrás sin ningún miramiento ni remordimiento por su parte.
Nosotros tampoco sentimos remordimientos alguno en aquel momento y enseguida me dije que ya que esta cerquita de casa lo visitaríamos en alguna futura escapada.
Hoy dos años después, tenemos la oportunidad con el puente de Agosto, nos pasaremos cuatro días en la segunda ciudad más grande de Portugal, Porto.

Tras quinientos kilómetros de aburrida y calurosa autovía, alguna de ellas de peaje, ya estamos rebotando y sorteando adoquines desencajados sobre nuestra moto por las típicas calles empedradas del casco histórico de Oporto.
Dejando que nos guíe como siempre nuestro electrónico amigo "Tomtom", nos liamos a dar vueltas y revueltas hasta que nos hartamos y paramos en una plazuela sobre la que una pareja de moteros españoles habían aparcado y bajado de sus motos.


Enseguida nos enrollamos con ellos y tras comentar el calor tan impresionante que hacía, les contamos la preocupación por no encontrar nuestro hotel ni de broma. Ellos sabían del problema y es que nuestro hotel está situado en todo el medio de una calle peatonal "Rua de Cedofeita" y lógicamente no estaba permitida la circulación de vehículos excepto autorizados, por eso todas las calles que nos topábamos en nuestro camino eran direcciones prohibidas.


Termino por pasar de señales prohibitivas, me meto por un callejón y aparezco en medio de la larga calle peatonal adoquinada llena de gente y terrazas. No me importan las miradas curiosas de los peatones, sus gestos de que estoy circulando mal y después de recorrer con la moto toda la calle, por fin me topo delante de nuestro hotelito, el " Hotel Estoril Porto *"
Una pequeña placa en la fachada informa que esta recomendado en la guía Lonely Planet, eso es bueno.
El edificio es un tanto viejo como todos los de aquí, su decoración es una mezcla viejuna y rehabilitada de dudoso gusto, pero está recién pintado y limpio. Destaca a primera vista su bonita y antigua escalera de caracol en contrapunto de tarjetas magnéticas en lugar de llaves y persianas automáticas con mando a distancia. Nuestra habitación abuhardillada en la tercera planta,  dispone de una de estas, en la única ventana que esta sobre nuestras cabezas a 3 metros de altura. Disponemos de televisor, cama grande y baño con ducha pero me da sensación de estar en un zulo.
Nos cuesta  47 €/día con alojamiento y desayuno más 3 € por el garaje para la moto.

Queremos guardar cuanto antes la moto a buen recaudo en el garaje privado que nos ofrece el hotel, pero no abre hasta las 5:30 pm. por ser hoy "feriado", osea fiesta.  Después de dar unas cuantas vueltas y tomarnos algo en un bar para hacer tiempo, llegamos a la puerta del garaje y aún está cerrado, el dueño se retrasa. Por fin, llega justo en el mismo momento que caemos en la cuenta de que en Portugal es una hora menos que en España, que despiste.


Despojados del equipamiento de motero y vestidos con la indumentaria correcta para que nadie tenga dudas de que somos turistas, pantalón corto, camiseta, cámara fotográfica en ristre y un pequeño callejero que nos proporcionó la recepcionista del hotel, nos lanzamos a descubrir esos rincones de la decadente Porto, esos de los que tanto se habla.



Nuestra calle es fronteriza con el casco histórico, así que entramos de lleno en sus calles empinadas y empedradas. Desde los lugares más altos alcanzamos a ver retazos del Duero, largas escalinatas de piedra, iglesias decoradas con los consabidos azulejos de tonos azulados, las vías del tranvía con su viejo tranvía de madera que aún recorre algunas calles, edificios muy desconchados con balcones enrejados, arquitectura de mediados del siglo pasado y tiendas viejas muy viejas con olor a moho, con lemas curiosos y anticuados para anunciar su género.


Hasta la estación de Ferrocarril esta decorada al más puro gusto portugués.

 
 Una librería árabe en la que los turistas hacen cola en la acera antes de la hora de apertura solo para darse una vueltecita por dentro en religioso silencio, bonito lugar donde me prohíben hacer fotos como si de la capilla Sixtina se tratara. Lo siento, pero no les sirvió de nada.


La gran plaza de la "Liberdade", grandes edificios y mucho espacio ocioso para festejar el fin de semana con espectáculos y conciertos musicales.


Llegar al borde del rio Duero es la más bella imagen, la imagen más típica y evocadora de otros tiempos, repleta de barcazas de pesca reconvertidas en barquitos de recreo para pasear turistas y sacarles la pasta con audioguías en varios idiomas.


Me quedo con esta estampa, con antiguo sabor marinero, aunque hoy día es más bien sabor a restaurante de plato típico y menú para sableo de turistas y viajeros. Soportales con arcadas de piedra bajo edificios con balcones de rejas forjadas y oxidadas, ventanas multicolores que recorren toda la orilla desde la que observamos a su vecina Vila Nova de Gaia, el villorrio por el que se accede a través del majestuoso puente Dom Luis I inaugurado en 1886.


Restaurantes pequeños y coquetos, terrazas codo con codo cubiertas por sombrillas, tienditas de souvenirs, vendedores callejeros, estatuas humanas, pedigüeño con acordeón cansino, otro con nariz de payaso y calcetines de rayas, renqueantes personajes pidiendo limosna arrastrando alguna dolencia calle arriba y calle abajo acosando a los paseantes, vendedores de sombreros, gorras, pañuelos, vendedores de pulseritas, incluso un garito chillout con decoración y música árabe con cojines y shishas para deleite de los perroflautas.


Pudimos vadear el río caminando sobre el gran puente metálico con paso a dos alturas. Uno a 10 metros sobre el río y el otro a 70, por el que también circula el metro en su salida al aire libre. Impresionantes vistas panorámicas de Oporto y su vecina Gaia con el ancho Duero como poderoso protagonista.

Vila Nova de Gaia, más que pueblo parece un polígono industrial de mediados del siglo pasado dedicado en cuerpo y alma al viño de Porto.
Enormes bodegas con grandes carteles que luchan por ser el más llamativo, Sandeman, Ramos-Pinto, Graham´s, Fonseca,Offley,Taylor, Cockburn´s, Cálem, Vasconcellos, Ferreira Burmester, Rozés, una lista interminable.


Nosotros visitamos las bodegas de Quevedo Port Wine, pero solo porque nos incluían una degustación con el billete del funicular que tomamos para ahorrarnos una kilométrica pateada hasta el final de Gaia.



La orilla de Gaia trata de imitar a su Oporto vecino, pero la modernidad con que vistieron su ribera, lo hace mucho más feo e impersonal con restaurantes de cristal y metal, ofertando comidas internacionales y muchas terracitas. Tampoco faltan los vendedores de paseos en barquito por el cauce del Duero.



Caída la noche, el regreso desde la orilla de Vila Nova de Gaia por el puente nos regala vista exquisitas, espectaculares, pero metidos en el meollo de Porto, las calles están mal iluminadas y se hacen algo tétricas y aburridas.
 Nos cruzamos con poca gente camino del hotel, alguna parejita de turistas despistada y algunas tienduchas barriobajeras abiertas hasta muy tarde. Tratan de subsistir a base de horas y aburrimiento. Entre estas, también trasnocha alguna que otra tienda moderna dedicada exclusivamente al souvenir. No faltaron tampoco dos o tres míseros "camellos" ofreciéndonos sin éxito su mercancía.

El sábado ya tenemos todo pateado y fotografiado, las agujetas lo acreditan y en busca de algo nuevo que ver tomamos el bus, el nº 500, el que nos lleva a la zona de playas ya en la costa atlántica en Matosinhos.
A 8 km. de Oporto, Matosinhos es el primer puerto pesquero de Portugal según nos cuentan.


Las playas previas son pequeños arenales encajados entre rocas y la principal y última es un larguísimo e infinito arenal con un par de chiringuitos de playa, donde disfrutamos de lo mejor del día, una cervecita bien fría sobre una hamaca. Solo estropea las vistas, el telón de fondo del final de la playa que consiste en un muro de piedra y hormigón, que cierra una enorme zona  industrial con gigantescos silos.


Aún sobrevive en buen estado el pequeño "Forte de Sáo Francisco Xavier construido en 1643 para defensa de la desembocadura.
Matosinhos es un pueblo de edificios altos y feos como cuarteles militares, en el que solo destacan un par de calles atestadas de restaurantes que apestan el aire de humo y olor a sardinas procedente de sus parrillas colocadas en la misma acera.


El día de playa se termina poco después de la comida, pues gordas nubes negras se están adentrando desde el mar en un frente amenazador por la desembocadura. El fuerte viento levanta remolinos de arena que notamos entre los dientes y la temperatura desciende rápidamente, creo que nos volvemos a Porto. Fue un acierto cargar con la sudadera a pesar de la mañana de calor. De echo las tardes frescas y ventosas deben ser tónica normal por aquí pues nos sorprendió una estampa curiosa. La mayoría de las terrazas proporcionan mantitas a sus clientes para aguantarlos sentados a orillas del Duero al caer el sol.

 
Mi elección de los restaurantes durante estos tres días no fue precisamente muy acertada, quizá por tener tantos donde elegir o quizá por querer buscar algo a precio low cost, grave error por mi parte. Para comer rico hay que rascarse la cartera, barateces al McDonal y punto. Por suerte la última cena y para cerrar las minivacaciones, conseguimos irnos con buen sabor de boca. Nos pusimos las botas en un restaurante al píe del río donde nos zampamos un arroz caldoso con bacalao y para regarlo todo un Viño verde blanco. Hasta tres veces me llené el plato, no paré hasta no ver más que el fondo de la cacerola. Exquisito.


Hoy domingo regresamos a casa, así que salimos sin prisa a media mañana por la nacional que lleva de Oporto a Vila Real y luego hasta Chaves donde paramos a comer y sacarnos un poco el calorazo que nos esta derritiendo el cerebro dentro del casco.
 Continuamos por Verín y Puebla de Sanabria donde hacermos si ó si, una nueva parada para refrescar la garganta.
El resto del camino decidimos hacerlo por la autopista para no demorar demasiado la llegada a casa, pues vamos bastante cansado por la pateada de estos cuatro días y los mil kilómetros en moto que nos hicimos.


Saludos y Vssssss.













1 comentario:

  1. SALUDOS...
    ENHORABUENA...!!!
    NOS DIRIGIMOS A USTED PARA INFORMARLE QUE SEGÚN NUESTROS MIEMBROS FEDERALES, USTED HA SIDO GANADOR EN LOS PREMIOS GDELI, EN SU TERCERA EDICIÓN. ESPERAMOS AUMENTAR LAS ENERGÍAS PARA PODER SEGUIR LEYENDO SUS EXCELENTES REFLEXIONES Y CONVICCIONES.

    FELICIDADES!!!

    ES NECESARIO:::
    1. PONER EL PREMIO EN EL BLOG PREMIADO (EL SÍMBOLO DEL PREMIO).
    2. PONER EL LINK DEL BLOG GUARIDA DEL INGENIERO "GDELI" EN EL BLOG PREMIADO, ENLAZADO DESDE LA IMAGEN DEL PREMIO.
    3. COMENTAR EN EL BLOG DE LA GUARIDA DEL INGENIERO 4 BLOG QUE CONSIDERES QUE SE MERECEN UN PREMIO PARA QUE NUESTROS MIEMBROS LOS CERTIFIQUEN.
    4. ESCRIBIR EL URL DE CADA BLOG PREMIADO EN EL BLOG DE GDELI.
    NOTA: URL DE GDELI::: HTTP://GUARIDADELINGENIERO.BLOGSPOT.COM/

    POSTADA::: LE PRESENTO EL ENLACE QUE DESCRIBE LAS CARACTERISTICAS, BENEFICIOS, CUALIDADES Y DEMÁS DEL PREMIO GDELI; HTTP://GUARIDADELINGENIERO.BLOGSPOT.COM/2013/10/VUELVE-LA-AVALANCHA-EN-LOS-PREMIOS-GDELI.HTML

    ES DE SUMA IMPORTANCIA QUE EN SU COMENTARIO QUE ESCRIBIRÁ EN GDELI ESCRIBA CLARAMENTE EL URL DE SU BLOG.

    III EDICIÓN
    PREMIOS GDELI
    PARA GANAR, GANAR, GANAR.

    ResponderEliminar